Entre los griegos, la verdad significaba el conocimiento de algo que permanecía oculto y, por tanto, desconocido. La búsqueda de la verdad a través del conocimiento y de la razón es lo que marca la diferencia entre el hombre y el resto de los animales. La Biblia (San Juan 8.32), cuando dice “la verdad nos hará libres”, está afirmando que la verdadera libertad se obtiene a través del conocimiento racional. La búsqueda de la verdad, que es paso obligado en el camino del conocimiento y de la sabiduría, obliga a los hombres a someterse a un proceso o procedimiento razonado con varias etapas o fases.
En la primera fase de la búsqueda de la verdad, el hombre debe recopilar información y luego procesarla. Procesar la información significa seleccionar la buena y dejar de lado la que sea irrelevante. La información por sí sola no da lugar al conocimiento, pues para que nos ayude a conocer la verdad hay que ordenarla, guardarla en la memoria, estudiarla y procesarla poniéndola en relación con otros conocimientos.
Hoy que vivimos tiempos en que la mayoría de las personas dispone de mucha información para conocer la verdad, no podemos presumir de muchos conocimientos porque no nos valemos ni aprovechamos suficientemente de la razón.
Nos falta tiempo para meditar y, sin embargo, pretendemos obtener respuestas concluyentes y definitivas, y de esta forma la mucha información tiende a traducirse en poca sabiduría.
¿Cómo buscar la verdad en un mundo apartado de la razón compaginando la cultura del “no pensar” con la cultura del mundo romano, del cual venimos, que dice que la “verdad es la conformidad de lo que se piensa con la realidad que se vive”?
Cada vez estamos más cerca de admitir con toda honestidad que las verdades son subjetivas y que son opináticas porque el relato que cada cual hace de las cosas lleva una carga opinática muy fuerte, ya que cada uno vive y ve las cosas de forma subjetiva y, por tanto, distinta de como la ven los demás. Con la mentira no ocurre igual y si alguien miente podemos objetivamente demostrarlo en la mayoría de los casos. Creo que es más fácil denunciar una mentira que negar una supuesta verdad.
¿Cómo pienso y como procuro actuar al respecto? Procuro, cuando escribo, acercarme a una narración lo más objetiva posible de los hechos y sobre todo no mentir o confundir interesadamente al lector. Lamentablemente al leer y contrastar a otros autores pienso que no puedo identificarme con bastantes de ellos por el sectarismo con que escriben.





LOS POLÍTICOS Y LA VERDAD
Estamos instalados en la época de la posverdad que es, tanto como decir en el reino de la sinrazón y de las mentiras que sirven y se usan para manipularnos y persuadirnos valiéndose de que nuestro intelecto es, ante la mentira, una enorme “posibilidad”, pero no es en modo absoluto una “garantía” o un escudo impenetrable. Para ello muchos políticos utilizan el lenguaje distorsionando el sentido de las palabras para controlar los pensamientos e ideas de los ciudadanos. En su boca, las palabras pueden transformarse en mentiras solapadas que utilizan la imaginación de forma atrayente, jugando con su sentido original utilizando para ello figuras literarias como la simulación y la mentira, el sensacionalismo la insinuación o los eufemismos. Así se logra crear falsos estados de opinión.
Del uso de estos lenguajes por los políticos nos puso en aviso uno de ellos que recibió el Premio Nobel de la Paz en el año 2009, Barak Obama. Obama, en el centenario del nacimiento de Nelson Mandela, dijo que “los hombres necesitamos creer en los hechos, en una realidad objetiva y que por desgracia gran parte de la política actual parece rechazar el concepto de verdad objetiva y que por eso los dirigentes se inventan cosas”. Añadió que “lo podemos ver en la propaganda de Estado, en las noticias inventadas que corren por Internet, en el desdibujamiento de los límites entre información y espectáculo y en la absoluta pérdida de pudor de los líderes políticos cuando se descubre que han mentido y mienten un poco más”. Los políticos siempre han mentido -dijo-, pero normalmente cuando se les pillaba se mostraban contritos. Ahora siguen mintiendo, añadió Obama.
Tras exponer mi postura ante la verdad tan diferente, en esencia a la que usualmente mantienen los políticos, confieso que trato de entender el lenguaje que utilizan, pero soy enemigo frontal y declarado de que utilicen la mentira. En el año 2012 acabé de escribir mi libro “Nacer en los cuarenta” cuando contaba setenta años. En su capítulo XX (Testigo de ayer y superviviente de hoy) escribí que seguiría escribiendo sobre los males y problemas actuales y sus orígenes y que por ello seguiría teniendo problemas como ya tenía. Si lo hacía era por coherencia y por respeto a muchas personas que he conocido que con su ejemplo, su vida y su esfuerzo habían intentado hacerme mejor. En concreto me refería a mi maestro, a mi padre y a mis hermanos mayores, entre otros.
Allí traté de sintetizar lo que debía a cada una de esas personas que, muertos ya, seguían influyendo en mi forma de comportarme. Por ellos merecía la pena alzar la voz y mantener la palabra. Creo que ahí hay que buscar los orígenes de cualquier desencuentro que puedo haber tenido o pueda tener con el Ayuntamiento de Mojácar. Mi curiosidad y el tesón que puedo poner en la búsqueda de la verdad, como se manifiesta en el libro presentado, no siempre es bien aceptado.
He traído a los políticos a colación, y podía no haberlos siquiera citado en relación con mi libro, porque la siguiente pregunta de José M.ª Martínez de Haro ¿No te quieren en tu pueblo? ¿Cuál es tu opinión al respecto? creo que tiene que ver con la ausencia en el acto de los políticos locales, como él había observado, o con algún comentario al respecto como en su día me hizo un conocido editor, al que le dije que no se podía confundir mi pueblo con los políticos de mi pueblo.
Tampoco está entre mis prioridades ser una persona querida ni hacer méritos para lo contrario y entiendo que esa pretensión más parece de políticos a los que les cuesta entender que todos no somos iguales.
Una pequeña aclaración, para deshacer equívocos y evitar suspicacias, sobre la no presencia en el acto de presentación del libro del alcalde o cualquier otro concejal, no es mala cosa.
Prácticamente no conozco al alcalde de Mojácar. Con sus dos abuelos, Francisco y Federico, he mantenido buenas relaciones durante toda la vida. Con las limitaciones del tiempo y la edad algo parecido ha ocurrido con sus padres. Él por su edad está más cerca de la generación de mis nietos.
Al día siguiente de la presentación del libro a la que él y el resto de la corporación estaban invitados, me envió un correo diciéndome que por motivos de agenda no había podido venir.
Es suficiente. No hay que buscar más explicaciones. El acto era libre y podían haber asistido como de hecho hicieron bastantes mojaqueros, que incluso no vivían en Mojácar y habían venido de fuera. Recibí muchas muestras de apoyo, felicitación y ánimo. También recibí ayudas de personas a las que no conocía. Son los momentos de gloria que todo escritor, por desconocido o humilde que sea, tiene, aunque sea en su pueblo donde nadie es profeta. Sinceramente estoy agradecido y me sentí querido una vez más. Pero…
He escuchado a José M.ª, he decidido tomar nota y lo que escribí en el 2012 y he contado poco antes, será agua pasada. Dejaré de escribir de mi pueblo porque creo que he cumplido. Antes de irme y como despedida, sin embargo, dejaré unos cuantos artículos comentando mis impresiones sobre la inquietante situación actual de Mojácar y mirando al futuro. Lo haré con libertad y sin ataduras, como he hecho otras veces. Será seguramente mi despedida. Nos vemos.
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