CLEMENTE FLORES

Mojácar y la ‘variante’: colas y atascos (II)

La consejera de Fomento, Racío Díaz visitaba en abril del 2023 las obras de la segunda fase.

🎙️ Informativo 22/12-/2025

Vamos a tratar de explicar el origen del problema de los atascos rastreando y mirando hacia atrás. En la entrega anterior contamos los antecedentes de la construcción de la carretera de la costa y como Mojácar logró detener la sangría de la emigración a partir de la decisión de su alcalde en los años 60 de regalar solares en el pueblo. No duró mucho la alegría en casa del pobre y los solares se acabaron por aquello de que “a caballo regalado no le mires el diente”. Mojácar “sufrió” una inyección de dinero y despertó de un largo letargo. El dinosaurio, convertido en piedra en la Cueva Morales, abrió sus ojos alicaídos. En muy poco tiempo, el pueblo contó con oficinas bancarias y aparecieron nuevas profesiones de futuro como las del buscador de solares y la de vendedor de parcelas. Los albañiles y otros profesionales comenzaron a venir de fuera porque aquí no los había y todo empezó a moverse, era evidente, gracias al hecho de que, al fin, tras siglos de acatamiento y sumisión, un alcalde en una dictadura como la de Franco, había tomado la decisión de pasar, pacíficamente, por encima de las leyes de propiedad y de los procedimientos administrativos establecidos. El pueblo entero lo apoyó y muchos funcionarios como notarios y registradores no sólo lo apoyaron e imitaron en sus procedimientos actuando con similar ligereza, sino que le acompañaron en su triunfal paseo haciéndole la ola.

Los mojaqueros se lanzaron en busca de solares, buscando como el que busca setas, siempre con la predisposición a hacerlo cerca del mar y lindando con la carretera de la costa. (Curiosamente dos zonas con abundante patrimonio público). Fue el momento en que se inicia la tendencia imparable y que todavía, más de medio siglo después, no ha parado, de transformar la carretera costera en la calle más importante y larga del pueblo. Ahí, y aunque no sólo ahí, está el origen de todos los atascos que han venido después y que no han dejado de ir creciendo hasta ser el problema que hoy son.

UNA CALLE NO ES UNA CARRETERA

La razón de ser de una calle y una carretera son totalmente distintas. La calle es una vía pública urbana que sirve para comunicar y relacionar a los miembros de una población que comparten espacios, mientras una carretera permite las comunicaciones entre poblaciones más o menos distantes para individuos, familias y transporte de medios de subsistencia consumo o producción. Mientras las calles están rodeadas de casas las carreteras recorren terrenos donde existan pocas interferencias con otras instalaciones.

La velocidad de los vehículos que discurren por calles y carreteras son totalmente distintas y, por tanto, la señalización, salvaguarda y protecciones también lo son. La naturaleza de cada una de las vías es distinta y las instalaciones de servicios en forma de redes (electricidad, saneamiento, agua, etc.) que se encuentran en sus respectivas trazas casi nunca coinciden en número ni dimensionamiento. La primera ley de carreteras de 1877 decía que el estado asumiría la construcción y conservación de carreteras por ser obras supramunicipales.

Lo primero que debieron hacer los “urbanistas mojaqueros” que se acercaron a mangonear cerca de la carretera era respetar la Ley de Carreteras” vigente clara y taxativa al señalar los gálibos, drenajes y distancias a respetar y las propiedades públicas anejas y contiguas a su trazado que le pertenecen.

Lo primero que debería haber hecho la Diputación Provincial, que era la entidad titular de la carretera, era que se cumpliera la ley y respetar o adecuar conforme a ley todas las condiciones de borde de la traza que hubiera que tener en cuenta. Por acción o dejación nadie actuó como debía. Una vez más funcionó a tope la conocida Ley de la Maldición de los Comunes. Había múltiples soluciones técnicas para contemplar las nuevas necesidades que sobrevenían respetando la Ley de Carreteras. Si no se hizo así fue por ignorancia y prepotencia de las autoridades locales y por una visión miserable y ruin que anteponía intereses personales y cortoplacistas a las normas del derecho vigentes y del sentido común desgraciadamente ausente.

Cuando llego a este punto no puedo dejar de recordar lo que había escrito el francés Casimir Delamarre un siglo antes sobre la sociedad de la comarca y que honestamente creo que no había perdido vigencia y seguía teniendo plena vigencia pasada ya la mitad del siglo XX. Los trabajadores de la provincia de Almería carecen de aspiraciones y de las ansias de superación de los de nuestro país. Ignoran el valor de la palabra democracia… Ligeramente vestido, sobrio en su alimentación, durmiendo al raso o en la más sencilla habitación, uno se pregunta en qué emplea el obrero el salario que gana por módico que sea… Como es de suponer las tinieblas de la más profunda ignorancia envuelven su inteligencia.

La clase superior se compone, naturalmente, de propietarios rentistas, de algunos comerciantes, de todo aquel que con cualquier cargo vive del gobierno. En los pueblos viven personas muy ricas, que incluso ejercen profesiones liberales y que están sumergidos en una profunda ignorancia. Los ejemplos de esta ignorancia abundan y a veces resultan tan cómicos que dudarían de la veracidad de los que lo relatasen… La igualdad de los ciudadanos, proclamada por la ley, no ha penetrado aún en las costumbres, y el pueblo en la provincia de Almería está sometido por entero al capricho de un corto número de individuos que por su riqueza y sus relaciones son los auténticos dueños del país.

Las influencias de estas redes locales están tan arraigadas en la provincia que prevalecen sobre los partidos que se reparten España.

Estas clases ejercen la autoridad, mangonean la justicia, las aduanas y los empleos y se concibe que no haya persona capaz de plantarles cara. Impondrían su ley a todo el mundo si la población no fuese indomable o si tuviera puestos de trabajo.

En un país atrasado la situación descrita podría tener efectos positivos si estas personalidades, ilustrados por una amplia instrucción, iluminados por los grandes principios de la moral y la justicia, llegaran a ser los guías de toda la población, orientándola en una vía de progreso moral y material. Desgraciadamente casi nunca ocurre así. Varios y de los más poderosos de ellos apenas han salido del pueblo que los vio nacer y están imbuidos del espíritu pueblerino de la comarca y están incapacitados para hacer progresar a sus pueblos. Su objetivo es enriquecerse sin trabajar”.

Me sería imposible hacer una descripción más acertada de la segunda mitad del siglo XX, cuando la comarca empezó a abrirse al turismo, que pueda explicar en buena parte lo que pasó con la carretera y con el advenimiento de los atascos.

Nadie con las cortas luces de que hizo muestras la administración tanto local como de ámbito superior hubiese podido predecir en aquel tiempo, que la carretera se convertiría en calle y que iría perdiendo la capacidad de seguir siendo carretera por mor de una de las aberraciones urbanísticas más paradigmáticas que podemos conocer. Transformar un camino vecinal en la calle más importante de una ciudad moderna sin dejar de ser camino.

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