CLEMENTE FLORES

Mojácar y la ‘variante’: colas y atascos (I)

Tramo final de las obras de la segunda fase de esta carretera.

🎙️ Informativo 22/12-/2025

Este verano, como viene sucediendo desde hace muchos años, los problemas de circulación hacen más pesado vivir y transitar en Mojácar. El problema se agrava con el paso del tiempo y visto lo visto parece que nadie tiene esperanza de que el futuro pueda ser mejor. La realidad es muy persistente y los mojaqueros y visitantes han perdido la esperanza de que los políticos locales y/o los autonómicos sean capaces de solucionarlo. ¿Hasta cuándo…? Hoy vamos a empezar las cosas por preguntarnos ¿desde cuándo? y en las próximas entregas tendremos tiempo de analizar soluciones y contestar si podemos a los interrogantes que hoy nos hacemos.

Los atascos mayores se producen en la Avda. Mediterráneo, a partir de la bajada del pueblo, donde se incorpora la AL-6113, de bajada con la AL-5107 en dirección sur hacia Carboneras.

En verano cuando la circulación es más intensa y acuden más turistas a la playa también es frecuente encontrar atascos de duración y longitud variable en la AL- 6113 a partir de la gasolinera cuando las colas de vehículos casi parados pueden llegar hasta la playa. Aunque las molestias causadas, que son muchas, puedan ser muy inferiores a las habituales en horas punta de las grandes ciudades, no existe aparentemente ninguna justificación aceptable de que este fenómeno se produzca en unos cuantos kilómetros de carretera donde prácticamente hace cincuenta años no existía ni un solo atasco ni una sola vivienda cerca de la carretera. Se da el caso de que, en este tiempo, la actual carretera Al-5107 se ha convertido en la calle más larga de Mojácar sin perder el carácter o naturaleza de carretera y única vía del enlace de Terreros, Palomares, Villaricos, Garrucha y Mojácar con Carboneras hacia el Sur.

Va pasando el tiempo y los atascos y colas de coches no sólo no han disminuido, sino que han ido creciendo y agravándose y visto lo visto parece que nadie tiene esperanza de que el futuro pueda ser mejor. Por toda justificación este verano he escuchado la explicación popular de que las causas hay que buscarlas en que cada año aumentan los visitantes que vienen en coche. No me extrañaría que a tenor de esta iluminada explicación -sugerencia de algún concejal o asesor de ayuntamiento, o quizás un arbitrista propusiese una solución sencilla como prohibir venir a Mojácar en coche o alguna otra solución como cobrar una tarifa de entrada a cada visitante. Hemos recurrido a la solución cómica de los arbitristas, premeditadamente, por no entrar directamente en las soluciones de nuestros políticos actuales que están, aunque no lo parezca, en marcha desde hace un cuarto de siglo, que no van a solucionar nada y que tiene a los responsables en un andar tragicómico de explicaciones increíbles. Los atascos no son casuales ni se vislumbra una solución para ellos. Merece la pena estudiar la naturaleza del problema desde su origen.

LA CARRETERA GARRUCHA -CARBONERAS
Las comunicaciones de Mojácar hacia el Sur siempre han sido problemáticas. La no existencia de alguna ciudad importante en la costa, hasta llegar a Almería, restó importancia a estas rutas en la Edad Media y todo comenzó a cambiar con la conquista de los Reyes Católicos. En lo que respecta al sur la Mojácar cristiana se tropezó primero con el problema de convivencia con las poblaciones moriscas de Sierra Cabrera y luego con la presión de los cristianos de Vera que durante varios siglos reclamaron para sí la propiedad de toda Sierra Cabrera y estuvieron nombrando alcaldes pedáneos de sus cortijadas, como el Sopalmo, hasta bien entrado el siglo XIX. La ambición de los veratenses tuvo contestación en López de Haro y sus descendientes, señores de Sorbas y Lubrín, que buscaron en la zona de Carboneras una salida de sus territorios al mar y luego montar una almadraba de atunes. A tal objeto primero construyeron una torre con unos cuantos esclavos negros y luego, con permiso de Felipe II, iniciaron la construcción de un castillo que el alcalde de Sorbas dio por concluido en 1602. (Dato curioso. Parece que el negocio de los atunes no salió como esperaba y el Marqués oportunamente se olvidó de lo prometido al Rey. Por fas o por nefas en 1621 solo residían en el castillo un alcaide y cuatro soldados de las cuadrillas de Mojácar que acudían de mala gana todas las semanas).

Así surgió Carboneras y su futuro castillo y de ahí los primeros usos del camino a Carboneras que en muchos años no pasó de ser un camino de herradura, utilizado por motivos militares de defensa. Desde esa época y aún antes también se fijó una amplia franja de terreno junto al mar, para paso libre de ganados, de anchura variable y nunca inferior a unos doscientos metros que los ayuntamientos de Vera y Mojácar habían pactado, consensuado y capitulado y que no conocemos que los pueblos renunciasen a ella al establecerse alguna de las dos vías pecuarias que en distintos momentos se fijaron. Para los jóvenes mojaqueros, muchos de los cuales sirvieron como soldados en el castillo de Carboneras y para los curas de Mojácar que durante dos siglos atendieron a los “cuasi mojaqueros” del “pueblecico”, el camino largo y tortuoso hacia Carboneras siempre fue importante. (Los mojaqueros que quieran consultar lo que queda de su archivo parroquial en Almería podrán comprobarlo. En 1817 se construyó la capilla de S. Andrés con la ayuda de la Parroquia de Mojácar).

A mediados del siglo XIX y con motivo de la puesta en explotación de la mina de La Mena el camino se acondicionó para el paso de carros al menos desde Macenas a Garrucha y así siguió hasta mediados del siglo XX en que se acondicionó-construyó, por la Diputación, el camino de Garrucha a Carboneras con ramal a Mojácar donde con el tiempo se vinieron a montar los atascos que hoy nos agobian.

Fue a comienzo de los cincuenta y era ingeniero de la Diputación uno de los hermanos Gil Egea, José M.ª, que pronto fue sustituido, y por muchos años, por su hermano Luis Enrique también Ingeniero de Caminos. Allí comenzaron a trabajar dos ilustres mojaqueros José Ruiz y Antonio Egea que, pasado un tiempo, fueron empleados cualificados de la Diputación de Almería. La construcción de la carretera fue el origen de una curiosa y buena amistad que surgió entre el Ingeniero de la Diputación y D. Ginés Carrillo que, como dueño del Chalet del Duende, era el único personaje del pueblo que en todo el tramo de carretera disponía de una casa confortable donde le podía ofrecer agua fresca y una conversación culta e interesante. La carretera se hizo con medios económicos exiguos, sin máquinas y con herramientas que no pasaban de la pala, del pico y del martillo picapedrero. Cuando llegó a Macenas, Gil Egea se dio cuenta de que con los medios que tenía no podía continuar avanzando con la carretera a nivel del mar y se desvió por el interior hasta llegar al Sopalmo.  Allí se dejó caer dando vueltas y revueltas montaña abajo hasta llegar lo más pronto posible hasta la playa avanzando con el camino que hoy tres cuartos de siglo después seguimos todos. La estrecha carretera se acabó, los tiempos pasan y las cosas se adaptan a los nuevos usos y necesidades del hombre.

Eran años en que la caída de población que había comenzado en 1920 se agudizaba por días. El cierre total de las minas de la comarca, el anquilosamiento de la agricultura, la caída de los mercados del esparto y la palma, la falta de comunicaciones, el caciquismo estructural y la falta de una política estatal que ayudase hacían insoportable la situación.

Llegó a peligrar la supervivencia de Mojácar y su desaparición como municipio. 

A principios de los 60 aparecieron los primeros turistas cuando ya sólo quedaban en pie unas 150 casas de las 1500 con que había contado el núcleo de población y era muy difícil saber dónde empezaba y donde acababa el solar de cada casa caída.

Jacinto Alarcón, el nuevo alcalde, pensó que la mejor forma de atraer turistas era regalar los muchos solares abandonados que había en el pueblo. Era además la única forma de quitar los escombros de las calles. El procedimiento legal para hacerlo que le presentaron le pareció complicado farragoso y largo. Y decidió olvidarse de códigos, leyes y otras zarandajas, como el derecho de propiedad, y decidió “decretar” que los solares serían de aquel que decidiera hacerse una casa y que él como alcalde podía ceder el derecho de propiedad a todo turista que decidiese hacérsela. Pronto acabó con los solares disponibles y como la demanda y el interés no cesaban los mojaqueros mirando al mar decidieron buscar más solares cerca de la playa.  Lo contaremos en la próxima entrega.

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