La pieza del mes de diciembre en el Centro de Interpretación de la Cultura Argárica de Antas (CICA) será un arma exclusiva de El Argar, concretamente una alabarda muy singular por su extraordinario nivel de conservación. Y es exclusiva porque se fabricaron muy pocas durante los últimos cuatro o cinco siglos de la Edad del Bronce, ni antes ni después, y sólo fueron usadas por los individuos más pudientes.
Cabe recordar que la sociedad argárica supuso una evolución en las relaciones grupales, que pasaron del colectivismo a una estratificación fuertemente jerarquizada sustentada en la coerción.
Para este fin se crearon las armas. Hasta entonces, la violencia y guerras entre comunidades se ejercía mediante herramientas que, además, podían provocar daños e, incluso, la muerte: hachas, cuchillos, mazos o útiles de caza como lanzas y flechas.
Sin embargo, las élites argáricas idearon objetos que sólo servían para matar a otros hombres: las armas. Entre ellas, la alabarda únicamente se fabricó durante este periodo, dejando de elaborarse hacia el bronce final, cuando fue definitivamente sustituida por espadas y cuchillos, unos artefactos más eficientes para segar vidas enemigas.
Las alabardas eran hojas triangulares con filos cóncavos elaboradas en bronce o, en su mayoría, fundidas con cobre arsenicado. La punta, además de recia, era la zona más estrecha para facilitar su penetración en el cráneo de los oponentes, mientras que la base era más ancha y dotada de orificios con el fin de facilitar el enmangue.




Pese a su carácter netamente ofensivo y de combate, las alabardas estaban dotadas de un alto valor simbólico de poder, prestigio y ostentación. Eran muy escasas y han sido encontradas formando parte de los ajuares de las tumbas más ricas, es decir, las de la élite.
La que protagonizará la exposición del CICA durante el mes de diciembre constituye “una pieza muy destacable por su tipología y estado de conservación”, apunta Antonio Luis Rodríguez Ridao, historiador y uno de los responsables del Centro de Interpretación antuso.
“La pieza del mes de diciembre en el CICA es un arma de combate fabricada en bronce y dotada de seis remaches, donde originalmente iría fijada la empuñadura de madera. Este número de remaches corresponde a una de las tipologías menos frecuentes dentro del repertorio argárico”, abunda el historiador.
“Lo que hace especialmente singular a esta alabarda es su extraordinario estado de conservación, que mantiene un brillo metálico poco habitual en objetos de más de tres milenios de antigüedad -enfatiza Rodríguez Ridao-. Este nivel de preservación nos ofrece una ventana privilegiada para comprender las técnicas metalúrgicas avanzadas y el simbolismo que rodeaba a este tipo de armas”.
Concluye el historiador que “las alabardas fueron, sin duda, el arma definitoria de la Cultura Argárica. Aunque coexistieron con puñales y espadas, es la alabarda la que mejor sintetiza la identidad militar, social y tecnológica de El Argar. Exhibir una pieza de esta calidad nos permite profundizar en el papel del poder, la jerarquía y la especialización artesanal en una de las sociedades más notables del Bronce Pleno en la península ibérica”.
Por su parte, el alcalde, Pedro Ridao, resalta “el enorme valor de la colección de piezas arqueológicas que atesora el CICA. Esta alabarda es buena prueba de ello. Son muy escasas las que existen en todo el mundo y muy pocas, tal vez ninguna, tan bien conservada como la nuestra”.
“Pero la importancia del tesoro que alberga el CICA aumenta, al mismo tiempo, la responsabilidad de este equipo. Estamos obligados a difundir y dar a conocer el legado de nuestros antepasados al mayor número posible de personas. Tenemos que divulgar la historia de nuestro pueblo, porque conocer el pasado es la mejor manera de procurar un futuro mejor a quienes están por venir”, infiere el primer edil. (VEA NUESTRA PORTADA DE HOY)
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